jueves, 10 de agosto de 2017

Gafas de Sol



Pocas veces en los últimos años podrá  verse una fotografía  en la que use gafas de sol.

No sé  realmente con exactitud cuál  es el motivo a tan peculiar  detalle.

Siempre he pensado que la gente que se presenta con gafas de sol es porque oculta algo.


          


Quizá sea por eso o tal vez por que mi lado vanidoso no soporta las marcas que te dejan en un paseo con el sol frente a ti.

He preferido en esos casos, el achicar los ojos y acentuar las patas de gallo, esas líneas que como las discontínuas se suceden tras un largo recorrido.




El caso que aun teniendo gafas de sol y ser muy recurrentes para todo aquél  que quiera adoptar una pose de interesante, no llegan a cuajar con mi persona.

Será  que me gusta mirar a los ojos, caminar de frente por la vida, sentir la inclemencia del tiempo chocar en mi vida como naturaleza salvaje que no se detiene en su camino ante nada.

Será  que aprendí  a perder el miedo a las palabras calladas que dice una mirada, a decir lo que los labios secos no dejan fluir.

Usar gafas de sol es para mí, cosa del pasado.



Es como los cafés de cafetería  cualquiera  en una mañana nublada de Madrid o de cualquier otra calle adyacente de cualquier lugar donde terminas en shock despues de una intensa historia.

Es el sudor que se acartona en los pliegues de unas sábanas que amanecen.


Allí,  esos lugares donde a través de las gafas escondías la intensidad de lo vivido  ante la presunta normalidad de todos los que te rodean.

Son tus mañanas de resacas, tus excesos de decadencia, tus ganas de desaparecer hasta que aparezca el sol tras ese cielo nublado.

Es el tiempo a destiempo.



Es ir al supermercado y evadirte de tanta simpleza tras unos auriculares que te transportan al mundo de los genios de la canción.

Es anochecer en un coche esperando con cautela una señal de la madrugada para llegar más alto que la luna.

Es llorar porque sí,  porque algo que no sabes te hace llorar.

Es como las marcas que tapan la belleza de los maltratados.



Es como la valentía efímera que te aportan los primeros amores ante  la droga del desconocimiento.

Es como el pelo rizado que matas con un secador en forma de Revólver.

Es como el perfil que hila el ansia de ser amado.

Es como al perfume que regresas en busca de las cenizas de unas emociones  muertas que aún tratas de revivir.

Es como la camisa de fuerza que no aceptas y de la que tratas de escapar.

Es como el éxito de momentos que siempre acaban sin éxito.

Como los fracasos que acaban con éxito, que no acaban.

Es como el sexo vacío que se empieza creyendo que se llenará con el tiempo.

Es como los "Síes" que pronuncias cuando en tu desnudez todo es negación.



Es como la mancha entre tus dedos de un dibujo de acuarela.

Es como los gritos callados que se endurecen  en tu estómago hasta enfermarte.

Es como la saliva que tragas cuando no debes y escupes cuando no toca.



Es el amor que siento por ti, y el que siento  por él,  y el que siento por alguien a quien aún no conozco pero que amo conocer.

Es como la cobardía  de darle toda la responsabilidad al ciclo de la vida.

Es como el egoísmo de los hijos con sus padres.



Es como  el juicio en el que sentencias de otros lo que tú ocultas.

Es usar  gafas de sol por la noche.

Usarlas dentro de una tienda.

Usarlas bajo la lluvia.

Usarlas... ¿por qué?

Y... ¿por qué no?

Ya he dicho al principio que no sé  muy bien por qué.

Pero es cosa del pasado y quizás  el no usarlas son mi excusa perfecta para escribir todo esto en un agosto en el que  yo no me he puesto gafas de sol.